Ganar no es saber gobernar

Si las administraciones de la cuarta transformación no comienzan a dar resultados, quizás ésta será la última elección en la que el deseo de cambio del electorado siga siendo mayor que la decepción.

Foto: Gobierno CDMX

Las campañas electorales de 2022 entran a la recta final, y los partidos políticos concentran sus baterías en los seis estados que el 5 de junio irán a las urnas para renovar sus gubernaturas.

En estos comicios, MORENA y sus aliados buscan continuar con la buena racha que iniciaron en 2018, y que los ha llevado a gobernar más de la mitad del territorio nacional.

En sólo cuatro años, el lopezobradorismo borró del mapa al PRD, redujo al PRI a una mínima presencial territorial y ha ganado más gubernaturas de las que pudo ganar el PAN en los 12 años que tuvo la Presidencia de la República.

En 2018, MORENA y aliados ganaron la Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Tabasco y Veracruz; cinco de las nueve entidades que renovaron el Poder Ejecutivo local.

En 2019, ganó Puebla en elecciones extraordinarias (tras la muerte de la gobernadora electa meses antes) y la históricamente panista Baja California. Dos de dos.

Y en 2021 cosechó 12 de 15: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Zacatecas y San Luis Potosí (donde su estrategia fue dejar ganar al candidato del Partido Verde).

En este 2022, MORENA compite en las seis entidades, con claras posibilidades -según las encuestas- en cinco de ellas: Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas.

En una mala tarde, MORENA ganaría “sólo” tres gubernaturas, lo que llevaría al lopezoradorismo a gobernar más de 20 entidades.

Es obvio que la coalición Juntos Hacemos Historia ha demostrado su eficacia para ganar elecciones, pero aún no ha mostrado su capacidad para gobernar.

Los estados que ganó en 2018 están llegando a la mitad de su ciclo y el desgaste comienza a pasarles factura.

Particularmente cuestionables han sido las administraciones de Cuauhtémoc Blanco en Morelos, Rutilio Escandón en Chiapas y Cuitláhuac García en Veracruz. Estados con problemas graves de inseguridad, violencia y escándalos políticos.

En Tabasco, la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador entre sus paisanos ha sido suficiente para mantener a MORENA a flote. 

Pero en la Ciudad de México -considerada la joya de la corona de la 4T-, el electorado emitió un voto de castigo a las políticas de Claudia Sheinbaum en 2021, cuando la alianza PAN-PRI-PRD recuperó alcaldías, distritos locales y diputaciones federales.

Respecto a los estados obtenidos en 2019, las pifias de Miguel Barbosa en Puebla y el intento de prolongación de mandato de Jaime Bonilla en Baja California no afectaron al partido del presidente.

Con la popularidad del presidente López Obrador como principal activo, MORENA mantiene su racha ganadora a pesar de sus problemas internos y de la incapacidad de su dirigente nacional, Mario Delgado, de articular un partido que supere, institucionalice y dé cauce al movimiento.

La mayor parte de las y los gobernadores de la 4T -electos el 6 de junio del año pasado- aún no cumplen ni seis meses en el poder, pero en algunos casos ya enfrentan graves problemas y cuestionamientos: Zacatecas, Michoacán, Sonora, Guerrero.

No serán, sin embargo, un factor en contra de las aspiraciones de las tres candidatas y tres candidatos que contienden por MORENA: Nora Ruvalcaba (Aguascalientes), Marina Vitela (Durango), Mara Lezama (Quintana Roo), Julio Menchaca (Hidalgo), Salomón Jara (Oaxaca) y Américo Villarreal (Tamaulipas).

Incluso, gobernadoras y gobernadores de MORENA se suben a los templetes los fines de semana para apuntalar sus campañas, empezando por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, quien aprovecha este ciclo electoral para hacer rounds de sombra rumbo al 2024.  

El desgaste del gobierno de la cuarta transformación aún no es más grande que el desprestigio del tripartidismo tradicional.

Pero si los gobiernos de la cuarta transformación no comienzan a dar resultados,  quizás ésta será la última elección en la que el deseo de cambio del electorado siga siendo mayor que la decepción.